Erika P. Bucio

Agencia Reforma

 

Ciudad de México 13 junio 2024.- Concepción Michavila, bióloga de 85 años, nació dos veces. La primera, en una Barcelona bombardeada por la ofensiva franquista; la segunda, en el hospital francés, donde se salvó de la pulmonía que pescó al cruzar los Pirineos, en pleno invierno, en brazos de su madre.

 

 Casi medio millón de españoles, entre militares y civiles, cruzaron la cordillera hacia Francia a principios de 1939, en condiciones muy duras por el hambre, el frío y el miedo.

 

 «No había penicilina ni medicinas, estoy aquí de milagro», comparte en entrevista Conchita, como la llaman familiares y amistades.

 

 «Mi mamá siempre me decía que yo era muy sana porque volví a nacer».

 

 Regina Díaz Martín, química de 85 años, es amiga de Conchita desde los 6, cuando se conocieron en el Colegio Madrid, creado por el exilio republicano, y concuerda con ella: «Porque pasamos los Pirineos a pie no nos enfermamos de Covid. Tenemos un sistema inmunológico a prueba de bomba».

 

 Conchita tenía nueve meses y Regina seis cuando llegaron con sus familias a México. Son de las pocas personas sobrevivientes de los mil 600 exiliados que lograron embarcarse en el vapor Sinaia rumbo a Veracruz, donde atracó el 13 de junio de 1939, dando inicio al exilio español.

 

 En la Ciudad de México también radican, por ejemplo, María Teresa Herranz, hija de Pedro Herranz, capitán del Servicio de Contraespionaje, quien llegó a bordo del mismo buque a los 2 años, y la médica Cecilia Ridaura Sanz, también niña, hija de Cecilia Sanz y Vicente Ridaura.

 

 Buscadas por REFORMA para evocar, como Conchita y Regina, el 85 aniversario del arribo del Sinaia, por motivos de salud no pudieron atender una entrevista.

 

 Pero de cualquier modo ya permanece inscrita en la memoria aquella llegada, incluso por los que ya no están.

 

 «Me acuerdo cuando llegamos, fue la apoteosis. ¡Cómo nos recibieron!, ¡cómo nos recibieron!», evocó el abogado Francisco Michavila Peirat sobre su llegada a Veracruz con su esposa María del Pilar García Martínez y sus hijas, María del Pilar, de 2 años, y Conchita.

 

 El testimonio del juez y militante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) es parte del Archivo de Historia Oral: Refugiados Españoles en México, que resguarda el INAH.

 

 Apartado de su mujer e hijas, sin saber qué había sido de ellas, Michavila Peirat padeció los rigores del campo de concentración de la playa de Argelès-sur-Mer donde más de 100 mil españoles fueron recluidos al cruzar a Francia.

 

 Cuando Conchita sanó de pulmonía, le dijeron a su madre, María del Pilar, que debía irse del hospital. ¿Pero a dónde? Rogó porque le dejaran quedarse; limpiaría pisos, haría lo que fuera. Tampoco tenía noticia de su marido ni de su otra hija, que había quedado al cuidado de su cuñada. No estaba dispuesta a ir a ningún sitio sin saber su paradero.

 

 Se le permitió quedarse a cambio de atender a los enfermos españoles, que eran muchos.

 

 Le tomó cariño a una mujer, que por edad y ser asturiana, bien podría ser su propia madre. A esta señora le faltaba un ojo. Una mañana la encontró en su cama con una carta sobre el pecho. Era de su hijo, pero no podía leerla porque, de tanto llorar, «el ojo no le daba».

 

 María del Pilar se ofreció a leérsela: el muchacho relataba su vida en el campo, ahorrándole las penurias, pero mencionaba a una persona que la madre de Conchita de inmediato reconoció como un amigo muy querido. Entonces le mandó una carta al hijo de la mujer y, a la vuelta, recibió contestación de su marido, reencontrándose.

 

 La familia se embarcó finalmente en el Sinaia rumbo a México, sin conocer a nadie, el 25 de mayo de 1939.

 

 Ahí irían también, perseguidos por el franquismo, los padres de Regina, Ramón Ignacio Díaz y Argentina Martín, ambos fieles a la República; igualmente habían cruzado a pie los Pirineos con su hija y con lo puesto. Él era originario de Villafranca del Bierzo y se libró de ser llevado a los campos de concentración franceses antes de embarcarse en el Sinaia.

 

 La familia conserva el periódico de abordo, que estuvo a cargo de Juan Rejano y Manuel Andújar, entre otros, donde se promovían las actividades en el barco para evitar el tedio y la monotonía durante la travesía que duró 18 días. Incluso, los menús de la comida que se servía.

 

 A cada jefe de familia se le dieron 5 pesos al desembarcar.

 

 Las mujeres jugaron un rol fundamental recién llegadas a México para poder mantener a sus familias. María del Pilar, por ejemplo, comenzó tejiendo, y luego compró una máquina a plazos. Conchita aún guarda los recibos, y su hermana menor, ya nacida en México, la máquina.

 

 Los padres de Conchita y Regina, abogados, no podían ejercer la profesión, y se emplearon, uno en la fábrica de aceite Libertador y, el otro, en la Siberia, de hielo.

 

 Michavila Peirat se negó a regresar a España mientras Francisco Franco mandara, y lo cumplió. Volvió ya mayor, en uno de los viajes organizados para refugiados. Cuando el piloto anunció que sobrevolaban territorio español, todos se echaron a llorar, relata Conchita.

 

 Allá sólo le quedaba al abogado una hermana. Decía que le habían quitado todo y matado a su padre, quien fue fusilado en Valencia, y a sus hermanos. La madre murió tras la tragedia.

 

 «Lo único que no me quitaron fue mi nacionalidad», eran las palabras del padre de Conchita.

 

 «España es la tierra de mis padres maravillosos, pero a México le debo la vida», asegura, quien le ha dicho a sus hijos que, cuando muera, no la lloren, sino digan: «Esta vieja disfrutó la vida».

 

 Una vida que también celebra su amiga Regina, quien ya se alista para no faltar a la conmemoración de los 85 años del exilio español en un acto que tendrá lugar el 20 de junio en Veracruz.

 

 «Seguimos siendo republicanos», remarca.

 

El Ateneo, lugar de memoria

 El Ateneo Español de México es el primer Lugar de Memoria en el extranjero que ha declarado el Gobierno español.

 

 Una distinción que se produjo este miércoles y que implica una reparación para el exilio republicano en el País, según dijo en el acto Juan Luis Bonilla, presidente de la institución.

 

 «Implica un paso adelante en el reconocimiento y la reparación no solamente de las y los fundadores originales de nuestra asociación, sino de todas aquellas personas que llegaron a nuestro país huyendo de la represión y la violencia ejercida sobre la población a consecuencia de la Guerra Civil y la dictadura (de Franco)», señaló ante exiliados y sus descendientes, entre ellos Conchita.

 

 En la ceremonia se develó una placa alusiva en el patio de la institución, en vísperas de la conmemoración de los 85 años del exilio, marcado por la llegada del Sinaia, en el cual también viajaban, entre muchos otros, intelectuales como José Gaos, Eduardo Nicol y Adolfo Sánchez Vázquez, y, aún niños, los escritores Pedro Garfias, Tomás Segovia y Ramón Xirau.

 

 Al acto acudieron también funcionarios españoles, como Ángel Víctor Torres Pérez, Ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, y Juan Duarte Cuadrado, Embajador de España en México, además de Martí Batres, Jefe de Gobierno de la CDMX.

 

 Fundado hace 75 años, el Archivo y Biblioteca del Ateneo Español de México, con sede en Hamburgo 6, en la Colonia Juárez, fue registrado también dentro del programa Memoria del Mundo de la UNESCO.

 

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