Por Edgar Hernández*

A menos de cinco semanas del cambio de régimen, Veracruz muestra notables signos de descomposición política, una sensible sed de venganza y una por demás notable lucha intestina entre los ganadores manifiesta en una escalada de venganzas y desquites.

No pasa desapercibido para buena parte de la ciudadanía y la propia opinión pública la cerrazón al diálogo, la ausencia de aperturismo y a que los destinos de Veracruz no transiten por los caminos de la pluralidad.

Asoma al mismo tiempo entre los grupos, su clan, una persistente sed de venganza.

No se observa una real propuesta de gobernabilidad sustentada en la concordia y se regresó a las viejas prácticas priistas de barrer para atrás.

Y si bien el pasado reciente que concluye el primero de diciembre representa el peor ejemplo para los constructores del segundo piso de la llamada transformación ya que su basamento está cimentado en la corrupción y venganzas, tampoco se observan visos de reforzamiento de la estructura política.

Menos la inclusión de veracruzanos notables.

Seguirán los chairos gobernando. Previsible además continúen las viejas prácticas de nepotismo, acoso, influyentismo, nuevos ricos, francachelas y -como se ha venido observando- un total valemadrismo en tratándose de gobernabilidad.

Tampoco se observan llamados a la unidad y concordia menos a la reconciliación.

Y si bien hay enemigos notables que no merecen ni perdón ni olvido como es el caso del clan Yunes, tampoco se apuesta en favor de la unidad veracruzana para un arranque que abra las puertas a la esperanza.

Pareciera que se heredan los corajes del pasado, que el legado es el resentimiento de quienes en la lucha política fueron ofendidos y persiste la sed de venganza, mas que en la aplicación de la ley tras el arranque.

¿Quién recuerda la enseñanza del General de los Hombres Libres, Cesar Augusto Sandino quien sostenía que había que ser implacables en la lucha y generosos en la victoria?

Recién uno de los hombres sabios, de esos talentos no cabalmente aprovechados de Veracruz evocaba a Nelson Mandela, quien pasó 27 años en la cárcel por su lucha contra el Apartheid y no obstante tan severa reclusión ya como presidente de Sudáfrica, llevó una política de reconciliación para lograr el entendimiento de la gente de color y la población blanca. Todo a fin de lograr la paz de su pueblo. 

“Por eso es recordado en todo el mundo”, nos decía.

Y si, son por demás ilustrativos los ejemplos que vale la pena regresar a la memoria para quienes tras largas luchas política terminan aprendiendo la lección de que el mejor gobierno se da en la reconciliación.

Decía Pepe Múgica en las puertas de su muerte:

“Estoy muy cerca de emprender la retirada de donde no se vuelve y soy un anciano feliz porque la lucha continúa por un mundo mejor en donde es válido gastar la vida por el cambio, por la reconciliación y que el país recuerde cuatro o cinco cosas: no al odio, no a la confrontación y hay que trabajar por la esperanza”.

Pepe Mujica, como se le conoce universalmente, asaltó bancos como guerrillero urbano de izquierda; sobrevivió 15 años como preso político, incluso haciéndose amigo de una rana mientras permanecía en un agujero en el suelo; y ayudó a liderar la transformación de su pequeña nación sudamericana, Uruguay, en una de las democracias más sanas y socialmente liberales del mundo.

El legado de Mujica será algo más que su pintoresca historia y su compromiso con la austeridad. Fue el informal presidente de Uruguay que había rehuido del palacio presidencial de su país para vivir en una pequeña casa de techo de zinc con su esposa y su perro de tres patas.

Son los grandes ejemplos muy convenientes para quienes pretenden el cambio por la vía de los segundos pisos de la transformación y Veracruz, regresando al punto, siempre ha sido líder del cambio.

Con personalidad propia, un espíritu libre e independentista habremos de iniciar en breve un nuevo trecho y se necesita de los mejores hombres y mujeres para hacer realidad tan anhelado cambio.

Y eso no es cursilería, es la realidad.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo

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