- Una de las charlas más multitudinarias de la FIL convocó a las personas alrededor «del gran villano del imaginario colectivo» mexicano: Pedro Páramo
Guadalajara, Jalisco, 5 diciembre de 2024.- El Salón 4 del Área Nacional abrió sus puertas y los murmullos lo llenaron casi de forma instantánea. Una gran pantalla estaba junto al presidio, en donde ya se anunciaba con letreros quienes iban a estar presentes: Susana San Juan (Ilse Salas), Eduviges Dyada (Dolores Heredia) y Pedro Páramo (Manuel García Rulfo), quienes asistieron a una cita con la académica e investigadora Sara Poot Herrera y el cineasta tapatío Francisco Payó González para charlar sobre la adaptación de la novela de Juan Rulfo que Rodrigo Prieto dirigió para Netflix.
Cuando la audiencia ocupó sus lugares, Payó González hizo la introducción. Destacó que esta nueva versión cinematográfica causó “el efecto Netflix”: las ventas del libro se dispararon en su estreno, llevó la historia fuera del círculo especializado y catapultó a Comala y sus personajes a todo el mundo, ahora desde las pantallas. La dinámica de la charla era sencilla: los actores leían un extracto de la novela y luego la gente podía ver la escena de la película que le correspondía. A partir de ahí, se lanzaron algunas preguntas alrededor de la tarea que significó trabajar en este ambicioso proyecto, salpicado con los comentarios de Poot Herrera (quien conoció personalmente a Rulfo) analizando la obra y su impacto en las letras mexicanas.
El primero en leer fue quien interpretó al patriarca, Manuel García Rulfo. Retomó el momento en que Manuel Páramo se encuentra en el desierto con un arriero, pues uno de los detalles que distinguen a esta adaptación, según palabras de Payó González, es que respeta la estructura de la novela. Pero la conversación realmente comenzó cuando hizo la pregunta que no podía evitarse: ¿se debe o no adaptar a Pedro Páramo? Y Poot Herrera fue la indicada para responderla. Antes de entrar en materia, agradeció que la cinta haya logrado acercar a sus alumnos en Estados Unidos a la obra de Rulfo. Sin embargo, habría que dejar algo en claro: se trata de una adaptación, no de una adopción. “Es una lectura, una interpretación” de la novela, y considera que es un gran esfuerzo, a pesar de que inevitablemente ha dividido a los lectores del libro entre a quienes sí les gustó y a los que no. Eso sí, confesó que extrañó al personaje de Justina, que “era el contacto con los indígenas, quien cuidaba a Susana y era su alianza con la realidad”. Dolores Heredia aclaró momentos más tarde que Rodrigo Prieto decidió que el personaje de Justina se uniría al de Damiana.
Los actores se enfrentaron a la relectura de la novela, que muchas personas conocieron en la adolescencia, y encontraron matices que antes no notaban. Ilse mencionó que hasta le parecía un poco más complicado explicar de qué se trata Pedro Páramo. “Es una novela que tenemos que leer muchas veces, porque la interpretamos de manera diferente” en cada ocasión. Dolores descubrió que para prepararse a interpretar a Eduviges necesitó del silencio, incluso meses antes, y que la relación entre su personaje y Miguel Páramo es un misterio que sigue tratando de resolver. “Son tan ricas las palabras de Rulfo, que llegan de muchos lados: es auditiva, es visual”, declaró Manuel. “Nadie puede escribir como Juan Rulfo, ni siquiera Juan Rulfo”, señaló Poot Herrera.
“En esta película hay un Pedro Páramo muy vulnerable”, comentó Payó González después de que Ilse leyera el fragmento de una de las escenas en donde se destaca este rasgo del patrón al que todos temen. Manuel estuvo de acuerdo: “Rodrigo me dijo que no quería al villano, sino ver por qué hace las cosas que hace, quiere ver ese rencor vivo” que aparece en la novela. Se confesó muy conmovido con la escena en donde el personaje recuerda su época cuando de joven comenzaba a enamorarse de Susana San Juan, “es el único momento en el que es feliz, que se siente amado…y luego se le va toda la vida buscando cómo llenar ese hueco” que le deja la falta del amor de Susana. “No justifica al hijo de la tiznada”, enfatizó, “pero lo mata”. Ilse apoyó esta óptica sobre “el gran villano del imaginario colectivo”, el acierto que fue mostrar su vulnerabilidad y aprovechó para compartir su impresión sobre su personaje, a quien lee de su perspectiva como mujer feminista en 2024. “Tenía mucha rabia e ideas de lo que quería expresar”, porque no deseaba que su locura se viera como una enfermedad, sino más bien como una rebeldía, una forma de “refugiarse en su mundo interior, al que nadie podía entrar”. Y esto fue causa de muchas discusiones acaloradas con el director, porque no quería darle ninguna satisfacción al personaje de Pedro Páramo, ni siquiera tenerla en sus sueños.
¿Cómo ha envejecido Pedro Páramo, de qué manera le ha alcanzado el tiempo?, puso sobre la mesa el moderador. Sara, quien hasta ese momento no había intervenido tanto, pidió permiso para salirse un poco del guion y pedir un aplauso a la escritora Cristina Rivera Garza, quien se encontraba entre los asistentes. La gente obedeció efusivamente y, cuando regresaron la atención al escenario, Poot Herrera les dijo a sus compañeros de mesa: “A ustedes les falta un poco de ironía, y a la película también”. Mencionó que a lo largo de la novela se pueden identificar diferentes modos de representar a la mujer, desde su sexualidad y la maternidad, de retratar lo que ella nombró como “las masculinidades agotadas de Pedro Páramo”, y la ambigüedad de los sexos: que puede ser Doroteo o Dorotea, por ejemplo.
La tercera y última lectura la hizo Dolores. Es la que corresponde a una de las escenas finales y que describe cómo los muertos se convierten en piedras. Fue el extracto que más cautivó a las personas ahí presentes, la que calló los murmullos de todos, y por la única razón del evento por la que varios de los asistentes pidieron silencio cuando a alguien se le ocurrió entrar por la puerta, permitiendo que el ruido de allá afuera se colara.
La pregunta final que se lanzó fue qué les hubiera gustado preguntarle a Juan Rulfo. Ilse se imaginó que no podría limitarse a una, y que seguramente el escritor le contestaría: “Mejor lee el libro”. A Dolores, le hubiera encantado conversar con él. “Escuché muchas entrevistas en lugar de música” cuando iba de una locación a otra, y confesó que le hubiera encantado pasar una tarde charlando con él. Pero la mejor, quizá, fue la que tenía Manuel García Rulfo: “¿Qué soy tuyo, cabrón?”, porque parece que en su familia no termina de ponerse de acuerdo al respecto.
Pero a pesar de todas las dudas que se han quedado sin respuesta porque Rulfo ya no puede responderlas —al menos no por el momento o quizá porque no tiene ganas de hacerlo tampoco—, sus lectores seguirán regresando a sus letras, pantalla de por medio o no, porque como ya se ha comprobado, tienen algo nuevo qué decir con cada retorno a ellas.