Pedro Peñaloza

“Deberíamos adquirir el coraje de no ser como todo el mundo”.

Jean Paul Sartre

Más allá de la bruma que generan las poses conciliadoras y los supuestos acuerdos plurales, Claudia Sheinbaum seguirá el script de su inventor. En efecto, conforme se acerca la instalación de la próxima legislatura y su toma de posesión, queda claro que la científica resolvió plegarse a las últimas órdenes del inquilino de Palacio. Ya vimos el caso de la peligrosa reforma judicial de confección obradorista.

Ahora, se aprobará la iniciativa obradorista para que la Guardia Nacional sea parte de la Sedena. Este binomio sería un tema de confrontación, de protestas sociales y de reacción de las izquierdas, pero el control y la cooptación desde el poder es aplastante.

Las fuerzas castrenses no sólo seguirán imponiendo las estrategias de seguridad pública, violando los artículos 129 y 21 de la Constitución, también mantendrán los privilegios que ya les otorgó AMLO, convirtiéndose en una casta privilegiada con un enorme presupuesto y licitaciones millonarias a su antojo, capacidad para espiar, retenes, persecuciones, impunidad y lo más importante ningún control civil que los detenga.

Además, la iniciativa ignora las recomendaciones de la Corte Interamericana que sostiene que la participación militar puede ser extraordinaria y temporal, bajo la supervisión de organismos independientes de la sociedad civil. Nada de esto está contemplado en la reforma. No les importa. Su autoritarismo no tiene límites.

Para tratar de encubrir el atentado a los derechos humanos, la “izquierdista” Sheinbaum ha dicho un absurdo: “no es militarización, ya que será la presidenta quien definirá la política de seguridad”. Claro, pero el control, mandos y quien la instrumentará serán militares. ¿Qué harán?, ¿desarrollarán prevención social del delito? ¿Atacarán las causas de la criminalidad?, ¿lo harán preservando derechos humanos y controlando el grado de fuerza letal en los operativos vigilados por ellos mismos?

Las policías estatales y municipales seguirán abandonadas, prisioneras de los grupos de la delincuencia organizada y sujetas a los acuerdos que establezcan los jefes militares con los cárteles. Y la población a su suerte. Se confirma la concepción centralista, sometiendo a los poderes locales a la voluntad del titular del poder ejecutivo.

La próxima presidenta no tendrá ninguna injerencia en la estrategia de seguridad pública. Únicamente se atendrá a lo que le informe el Secretario de la Defensa. Su proyecto de llevar al plano nacional sus “exitosos” resultados de la CDMX se quedarán en el cajón de las buenas intenciones. Harfuch, si lo incorporan, será un simple acompañante de lo que quieran y decidan los milicos. La “líder estudiantil” se pinta de verde olivo.

@pedro_penaloz

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