• Roberto Díaz Portillo analiza la festividad que data del periodo Colonial

  • La UNAM resguarda el archivo fotográfico del cronista de esa ciudad, Juan Crisóstomo Estrada

 

El Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE) y la Facultad de Artes y Diseño (FAD), ambos de la UNAM, cuentan con instalaciones en la Ex Hacienda de “El Chorrillo”, en Taxco, Guerrero; durante 32 años han mantenido actividad ininterrumpida comprometida con la docencia, cultura y salvaguarda del patrimonio arquitectónico, natural, histórico documental y fotográfico de la entidad.

 

A propósito de la denominada Semana Mayor, el académico del CEPE y de la FAD en Taxco, Roberto Díaz Portillo, considera en entrevista que la celebración en ese lugar, desde la perspectiva histórica, ha estado compuesta, al menos, por tres momentos decisivos en más de 420 años.

 

La primera está considerada en el periodo de dominio español, la Colonia; se puede constatar por los vestigios materiales a partir de la perspectiva arqueológica con los que se cuenta, como sagrarios, lámparas, sombrillas o quitasol, que son objetos de tipo procesional. Luego se suspendió y se retomó otra versión en el siglo XIX.

 

El historiador del arte, Manuel Toussaint (1890-1955), señaló que esa Semana Santa del siglo XIX era conservada por parte de los frailes del exconvento San Bernardino de Siena, y deja entrever que también había sido depuesta; no obstante, ojalá fuera retomada, relata el etnohistoriador Díaz Portillo.


Hay que recordar, enfatiza el también expaleógrafo del Archivo General de la Nación, que el contexto en el cual se suspende nuevamente es el de la Guerra Cristera, durante la segunda década del siglo XX.

 

Posteriormente, en los años 40, se le solicitó al presidente de la República mexicana permitir al pueblo de Taxco retomar la conmemoración cristiana, que se llevaba a cabo de manera ininterrumpida hasta 2019, cuando se dejó de realizar por la pandemia.

 

En cuanto a la participación de la comunidad universitaria en estas festividades en Taxco, a través de las cofradías, hermandades, o asociaciones religiosas, existe un carácter anónimo, pero principalmente se realiza a partir de la perspectiva académica, la investigación y conferencias, describe Díaz Portillo.

 

El inicio de esta tradición, atribuida a la gran religiosidad profesada por los habitantes de esa ciudad data, según los cronistas, de 1598, aunque en los archivos de la parroquia de Santa Prisca y San Sebastián se encuentran registros de los primeros permisos otorgados por la Iglesia para celebrar una procesión del Cristo del Santo Entierro, en 1600.

 

La ceremonia litúrgica es de las más llamativas del país, caracterizada por el dramatismo en sus procesiones donde las imágenes religiosas son acompañadas, a lo largo de las empedradas calles de la urbe, por cofradías de penitentes encapuchados, vestidos de negro, que arrastran cadenas sujetas a sus tobillos.

 

Los hombres llevan el rostro cubierto con una capucha negra llamada capirote, que se ciñe por el exterior de la cintura con un lazo tejido con la crin de caballo, nombrado cabestro, de 15 centímetros de ancho; caminan descalzos, con el torso descubierto, y arrastran cadenas.

 

Cargan un rollo de 2.5 metros de largo compuesto por 144 varas de zarzas con espinas, cuyo peso aproximado es de 50 kilogramos; lo amarran con el cabestro a sus brazos, pasan por el cuello y entre la boca como mordaza, hacen sangrar su cuello y espalda.

 

Los flagelantes cargan una cruz de madera de tres por dos metros y seis kilogramos de peso, un rosario en una mano y en la otra una “disciplina” hecha con crin de caballo y clavos con la que azotan sus espaldas, que lucen maceradas y sangrientas.

 

Respecto a la gastronomía, durante esos días se preparan tortas de: arroz, papa, ejotes, habas, así como pescado fresco o seco en sus diferentes variedades, huauzontles, flor de zompantle en chile rojo, chiles rellenos, calabacitas y nopales.

 

Imágenes de la vida cotidiana

 

El Fondo Fotográfico “Juan Crisóstomo Estrada”, resguardado por la Universidad Nacional, contiene más de 22 mil negativos fotográficos en formato 120 (6×6 y 6×9 cm) de 35 milímetros, de acuerdo con la página electrónica de la fototeca Taxco de la UNAM  (https://fototecataxco.fad.unam.mx/)

 

En las imágenes se muestra la vida cotidiana taxqueña, desde mediados de los años 60 y hasta inicios de la década de los 80 del siglo XX. Está organizado en más de tres mil álbumes o carteras de cartulina negra y papel glassine con negativos (realizados por el autor), identificados por título de evento y fecha.

 

Los materiales están en la sede Taxco de la FAD, en proceso de digitalización, catalogación y conservación en guardas y carpetas libres de ácido, en una bodega de almacenamiento con control de humedad y temperatura, para su posterior investigación y difusión.

Forma parte del Centro Documental para la Historia Gráfica Fototeca Taxco, proyecto orientado a fortalecer el conocimiento, valoración y difusión del patrimonio documental fotográfico de este municipio.

 

FUENTE: UNAM

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