Rolando Herrera                                  

Agencia Reforma

Ciudad de México 22 abril 2024.- En un ejercicio de pedagogía itinerante, que la ha llevado a recorrer hasta ahora 20 ciudades del país, Denise Dresser busca despertar a los ciudadanos para advertirles que nunca más deben entregarle todo el poder a un solo partido o a un solo presidente.

 El poder sin contrapesos, como lo vivió México durante 70 años con el PRI y como pretende restaurarlo ahora el Presidente Andrés Manuel López Obrador, asegura, solo conduce al abuso, a la erosión democrática y a la desinstitucionalidad del Estado.

 «La lección más importante de los últimos cinco años y medio es que nunca debemos volver a darle a un partido, a un Presidente, el poder que le dimos a Andrés Manuel López Obrador vía la mayoría en el Congreso y vía el gobierno unificado, porque el poder sin contenciones se vuelve poder abusivo», dice.

 Dresser, quien es doctora en Ciencia Política por la Universidad de Princeton, profesora en el Instituto Autónomo de México (ITAM) y articulista de Grupo REFORMA, afirma que escribió el libro ¿Qué sigue? 20 lecciones para ser ciudadano ante un país en riesgo, para advertir del peligro de la regresión autoritaria.

 «Es un libro que trata de hacer visibles los riesgos a los cuales nos estamos enfrentando, y es una especie de pedagogía democrática en busca de demócratas», señala.

 El próximo jueves, la autora ofrecerá una conferencia y presentará el libro a los lectores de Grupo REFORMA y al público en general.

 P.- ¿Cuál es la pertinencia del mensaje de su libro en estos momentos?

 R.- Es un libro que escribí con urgencia frente al escenario que se está abriendo ante nuestros ojos, que es el de una regresión autoritaria, de una erosión de la democracia imperfecta, frágil, joven, muy problemática que habíamos logrado construir en los últimos 30 años.

 Creo que no hay conciencia de las implicaciones que tendría regresar a un sistema de partido hegemónico, a un sistema donde habría un partido dominante, Morena, que participaría en las elecciones pero no perdería, y una oposición que también participaría en las contiendas pero no podría volver a ganar la presidencia, por la forma tan veloz y tan arbitraria con la que se están redefiniendo las reglas de la competencia, la forma en la cual se están erosionando las instituciones, por la manera en la cual se está usando la popularidad presidencial para validar decisiones antidemocráticas que no le hubiéramos permitido a ningún presidente antes.

 Es un libro que trata de hacer visibles los riesgos a los cuales nos estamos enfrentando, y es una especie de pedagogía democrática en busca de demócratas, tratando también de recordarle a los desmemoriados o a quienes no vivieron el país del antiguo régimen, los costos que tiene vivir en ese tipo de sistema político, con libertades coartadas, con decisiones que se toman de manera caprichosa y voluntariosa, con una Tlatoani empoderado porque se han desmantelado los poquitos contrapesos que habíamos logrado erigir, y acompañada de la mano de unas fuerzas armadas que nunca habían jugado en la historia revolucionaria de México un papel tan predominante como el que están jugando ahora.

 Están en juego muchas conquistas ciudadanas que quizá no se aprecia lo suficiente. Están en juego instituciones que debieron haberse limpiado y fortalecido en lugar de buscar destruirlas. Nos hemos enfrentado en los últimos cinco años y medio a una bola de demolición que corre en contra de lo que el presidente López Obrador incluso prometió en campaña, que era corregir los errores de la transición democrática, no acabar con la democracia.

 Regresamos a un escenario donde si Morena obtiene la mayoría calificada y se aprueba el plan C, pues despidámonos de la Suprema Corte como factor de contención a la arbitrariedad gubernamental, despidámonos del INE como autoridad electoral autónoma, donde las elecciones las llevan a cabo ciudadanos, aquí las volvería a llevar a cabo una institución colonizada por el partido dominante, despidámonos del INAI, esa institución que le sirve a los ciudadanos para obtener información a la cual tienen derecho, información producida por el gobierno, despidámonos de la Comisión Federal de Competencia, del Ifetel, de la Comisión Reguladora de Energía, despidámonos del andamiaje regulatorio del Estado. Todo ese poder que le habíamos ido quitando a la presidencia imperial le sería devuelto a Claudia Sheinbaum si gana la elección.

 P. – Previo a la elección, ¿qué deberían de hacer los ciudadanos? ¿Qué esperaría usted?

 R. – Lo escribo en el libro. Recuperar la capacidad crítica, ser demócratas congruentes. Hay capítulo tras capítulo de indicaciones sobre cómo ser ciudadano en esta coyuntura. No dejarse convencer ante la seducción autoritaria de una narrativa donde la preocupación por los pobres y la recuperación de la soberanía nacional lleven a un escenario donde hay derechos sociales para los pobres, pero no hay derechos políticos para los ciudadanos del país. No ser porrista, no volverse propagandista, no volver a rendirle pleitesía a una posible tlatoani, no caer en la trampa de que puede haber democracia sin instituciones.

 El libro hace una defensa robusta de la institucionalidad, reconociendo que la que heredó Andrés Manuel López Obrador era una institucionalidad deficitaria, corrupta, pero no puede haber democracia sin instituciones, lo único que puede haber es la voluntad de una persona o de un solo partido que ha cambiado quizá de siglas y de colores, pero que tiene una pretensión hegemónica y una pretensión autoritaria que aprendió del viejo PRI y que ahora revive, disfrazada de progresismo, cuando este sexenio se ha caracterizado por un conservadurismo en muchos ámbitos. Ha sido un sexenio tóxico para las mujeres, un sexenio tóxico para los periodistas independientes, un sexenio tóxico para los defensores de derechos humanos, para las madres buscadoras de sus hijos desaparecidos, un sexenio tóxico para cualquiera que ose tener una opinión que discrepe del poder.

 A quien disiente se le estigmatiza, se distorsiona su biografía, se le ataca desde el poder, se le obliga a enfrentar litigios interminables, como ha sido mi caso, litigios en protección de mis derechos y en protección de los derechos de otros. Yo actualmente estoy litigando contra el presidente por haberme difamado en la mañanera. Él puede tener una opinión sobre mí, lo que no puede hacer es difamarme de manera impune. Y estoy esperando el fallo, llevo más de un año y medio litigando, así como estoy litigando contra la autoridad militar del aeropuerto por haber violado la ley de protección de datos personales al exhibir mi paso por el aeropuerto después de que me quejé de la disfuncionalidad del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Estoy litigando contra comunicación social de Presidencia de la República por haber vulnerado mis datos personales junto con los de tantos más que asistimos a la mañanera, no haber resguardado datos y haber obtenido datos que ni siquiera les proveimos. Entonces estoy siguiendo esta máxima del disidente y del artista chino Ai Weiwei que los ciudadanos deben aprender a usar las instituciones para ver si funcionan para ellos.

 Creo que los ciudadanos deben estar muy alertas frente a las reiteradas señales de la regresión. Ojalá también estén alertas frente a un gobierno que en lugar de construir ciudadanía y construir ciudadanos autónomos, independientes, que tienen la posibilidad de lograr el ascenso social a través de los trampolines de movilidad social, hemos padecido un gobierno que condena el aspiracionismo y que condena a México a ser un país de personas que viven con la mano extendida esperando la próxima dádiva del próximo político. Esa es una vieja tradición clientelar que yo no había visto tan pronunciada su recuperación desde el sexenio de Carlos Salinas y el famoso programa nacional de solidaridad que tanto daño hizo en términos de robustecer las tradiciones clientelares del Estado mexicano.

 Quizá el capítulo más preocupante del libro, y esta es otra alerta ciudadana, es pensar que la militarización es la solución. Los militares son populares en México frente a la corrupción de las policías, pero son parte ahora de la nueva élite, los nuevos oligarcas, los nuevos saqueadores. Hemos permitido la construcción de una especie de gobierno paralelo, controlado por las Fuerzas Armadas, hoy al frente de cientos de actividades antes en manos de civiles, hoy en manos de militares, que operan sin control civil, que operan en la más absoluta opacidad, que están haciendo negocios vía las obras públicas en las que participan, todas reclasificadas como de seguridad nacional, por lo que no tenemos acceso a los contratos. Quizá la frase que más repito en el libro es adjudicación directa, porque ha sido la forma en la cual se ha reproducido y exacerbado la corrupción que el presidente López Obrador heredó y que ahora ha permitido. El capitalismo de cuates en este sexenio no se eliminó, simplemente cambió de manos y ahora hay nuevos beneficiarios, los amigos de sus hijos, los primos de sus hijos, sus hijos, sus cuates.

 Ojalá que la ciudadanía comprenda todo lo que está en riesgo por los malos resultados de un presidente muy popular y un gobierno reprobado en áreas fundamentales para el bienestar de todos. El libro, le recuerda a los ciudadanos que todos somos pueblo y que no es válido hacer una rasurada patriótica, entre comillas, del concepto de pueblo para beneficiar tan solo a aquellos a los cuales se les busca convertir en clientelas de un gobierno autoritario. Y que no es válido usar el concepto de pueblo rasurado para sacar de ahí a todos aquellos que manifestamos nuestra crítica o disidencia o reprobación como la hemos manifestado frente a otros gobiernos que gobernaron mal.

 P. – ¿Cómo va la venta del libro? ¿Qué recepción ha tenido?

 R.- Va muy bien. Lo he presentado ya en más de 20 ciudades en el país y en la propia Ciudad de México. Estoy en una especie de gira nacional, personal, de pedagogía democrática, de defensa de la aspiración democrática y de concientización cívica, haciendo lo que está en mis manos hacer. Incluso esta defensa, insisto, robusta de los contrapesos, de la transparencia, de la democracia electoral, de los derechos ciudadanos por los cuales peleó mi generación, muchos de ellos ahora en riesgo y lo puedo decir por la forma en la que yo, como mujer, como activista, como persona que expresa su opinión y escribe y critica, he vivido y padecido este sexenio.

 El libro está repleto de anécdotas personales porque quiero evidenciar cómo la polarización salta de la mañanera a las calles, donde recibo amenazas, gritos, donde fui sacada del zócalo por militantes de Morena que me sacaron de ese espacio de todos, donde yo fui a protestar contra el fraude del 88 y he marchado en las marchas del 2 de octubre y me he manifestado con feminista y marché contra la impunidad de la guardería ABC y marché con los padres de Ayotzinapa y ver que el zócalo se vuelve el lugar desde donde te pueden sacar si no eres una porrista o una propagandista del régimen, como en los viejos tiempos del PRI, y por eso mi advertencia, por eso mis señalamientos, por eso esta especie de curso democrático que deviene de mis 30 años de ser profesora en el aula. Quise verter todo lo que he aprendido y también hacer un ejercicio de memoria del país que fuimos, el país del cual nos costó tanto trabajo salir y el país al cual no deberíamos regresar, pero eso requeriría una ciudadanía pujante, crítica, lúcida, independiente, que sepa votar por los contrapesos, y creo que la lección más importante de los últimos cinco años y medio es que nunca debemos volver a darle a un partido, a un presidente, el poder que le dimos a Andrés Manuel López Obrador vía la mayoría en el Congreso y vía el gobierno unificado, porque el poder sin contenciones se vuelve poder abusivo y creo que, insisto, esa es la lección más amarga de los últimos seis años.

 P. – Usted ha mencionado que votó por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ¿cuál era la expectativa que tenía del eventual gobierno?

 R. – La expectativa era que cumpliera sus promesas de campaña, incluyendo regresar a los militares a los cuarteles, no que co-gobernara con ellos. La expectativa era que corrigiera los errores de la transición, esas instituciones que funcionaban mal, volverlas más independientes, más fuertes, más autónomas, no menos. Es como si hubiera sacado él el manual de cómo erosionar la democracia y lo estuviera siguiendo con esteroides. La expectativa es que volviera la democracia disfuncional una democracia verdadera, representativa, con contrapesos, con rendición de cuentas, con transparencia. No se trataba, como lo ha hecho, de que la democracia mexicana fuera capturada otra vez por un partido gobernante, que ha sido el caso de Morena.

 Creo que el lópezobradorismo ha sido una traición a quienes votamos por la profundización de la democracia, quienes votamos para corregir los errores del pasado, y hemos visto cómo se han profundizado y se han creado algunos nuevos. Creo que para quienes votamos con la esperanza de la corrección y hemos visto la destrucción, lo que queda es un sentido de haber sido traicionados por un presidente que ha hecho de la mentira y de la falsificación y de los otros datos y de la polarización su estilo personal de gobernar.

 P. – ¿Qué mensaje les envía a los lectores de Grupo REFORMA y al público que acudirá a escucharla el próximo 25 de abril?

 R. – Que entiendan el peligro que enfrentamos, que miren hacia atrás y se informen sobre el país que fuimos, sobre todo a los jóvenes, para que no voluntariamente nos volvamos a colocar las cadenas a través de un voto mayoritario a Morena que le permitiría seguir abusando como ha abusado en el poder, como abusaba el viejo PRI. Que cobren conciencia de los riesgos, que se eduquen sobre sus derechos y cómo defenderlos, que no se crean las mentiras manufacturadas desde la mañanera y que constaten la realidad con los datos confiables y verificables que existen más allá de Palacio Nacional y que opten por ser ciudadanos en lugar de ser clientes que viven con la mano extendida.

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