Por Héctor Guerrero

Qué pensarían ustedes si les contara que, en un proceso de elección, en algún lugar del mundo, hubo una participación de un más del 80 por ciento, y de ese porcentaje, registro más del 70 por ciento de participación y que de ese porcentaje el ganador ganó casi en tres a uno.

Hasta ahí pensaríamos en países nórdicos como Dinamarca, Noruega. Finlandia o cualquier otro cuya democracia es ejemplo mundial.

Desgraciadamente, la historia se pone más truculuenta, pues el país es México, la elección fue en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana y el ganador fue nada más y nada menos que el  autor del Pemexgate, Ricardo Aldana Prieto, quien además compitió fuera de toda norma sin reunir los requisitos indispensables para ser candidato, además de ser juez y parte.

¿Así la cosa cambia no?

Las recientes elecciones en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), exhibieron las prácticas de la vieja guardia del sindicalismo mexicano, al traicionar los principios de transparencia y democracia que prometía la reforma laboral en México. Aldana, heredero directo del legado de Carlos Romero Deschamps, aseguró su victoria a través de un proceso electoral plagado de irregularidades y coacción. Las voces de la oposición, encabezadas por María Cristina Alonso García, denunciaron que el proceso no solo fue antidemocrático, sino también un ejercicio para perpetuar el poder de una élite que ha monopolizado la representación sindical durante décadas.

Desde el inicio, la candidatura de Aldana mostró claras señales de que el camino a la reelección estaba amañado. Alonso, opositora y trabajadora de la sección 44, denunció que las condiciones electorales carecieron de equidad y que el sindicato incumplió las normativas de paridad de género, limitando gravemente la participación de las mujeres. Como respuesta, Alonso presentó un amparo, otorgado por el Cuarto Tribunal Colegiado en Materia de Trabajo, que podría llevar a la anulación de los resultados en varias secciones del sindicato. En palabras de Alonso, “no hubo paridad de género y participaron personas que no cumplían con los estatutos del sindicato”. Su denuncia subraya la flagrante violación de los derechos de representación, en un sindicato que sigue siendo dominado por una estructura excluyente y opaca.

Además de estas violaciones, Alonso reveló un aspecto aún más preocupante: la coacción ejercida sobre los trabajadores en distintas regiones clave, como Villahermosa y Ciudad del Carmen. En estos lugares, los trabajadores han reportado haber sido amenazados y presionados para votar a favor de Aldana, creando una atmósfera de miedo en un proceso que debería promover la libre elección. De acuerdo con testimonios documentados, líderes locales no solo manipularon los votos, sino que ejercieron presión directa sobre aquellos que cuestionaban la legitimidad de las elecciones, reforzando el ciclo de abuso de poder en el sindicato.

Por si fuera poco, la propia Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), encargada de supervisar la elección a través de herramientas digitales, ha sido señalada por permitir las irregularidades que beneficiaron a Aldana. El proceso, en teoría diseñado para garantizar la transparencia, terminó por beneficiar al candidato oficialista, poniendo en duda la imparcialidad de la STPS y cuestionando la efectividad de los nuevos mecanismos que supuestamente garantizan la democracia sindical. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha recibido también denuncias de las múltiples violaciones documentadas, resaltando que el STPRM se convirtió en juez y parte de un proceso que debería ser autónomo.

Aldana, un veterano del sindicato y figura inamovible en la cúpula petrolera, simboliza precisamente lo que el sindicalismo mexicano ha intentado dejar atrás: la manipulación de los procesos para perpetuar el control de un grupo cerrado sobre los derechos de miles de trabajadores. En lugar de representar un cambio hacia la democracia y la transparencia, esta elección es un recordatorio de que el poder sindical sigue siendo un espacio privilegiado y cerrado. La figura de Aldana no solo representa la antítesis de la modernización sindical, sino que reafirma la falta de compromiso con los intereses de sus propios trabajadores.

La base petrolera, cada vez más descontenta, siente que su voz es ignorada y que el sindicato actúa más como un partido político que como un verdadero representante de sus derechos.

Las denuncias hechas por la disidencia, representan una oportunidad de cambio, una lucha para abrir paso a una gestión sindical verdaderamente justa y coinciden en afirmar en que es urgente transformar el sindicato y permitir que todas las voces, especialmente las históricamente ignoradas, tengan cabida.

Las elecciones amañadas del STPRM no son solo un problema interno; reflejan la crisis de representación que afecta a todos los sindicatos en México.

Hoy los derechos de los trabajadores están a merced de las viejas prácticas de control y corrupción que siguen asfixiando la esperanza de una verdadera representación.

Cualquiera que vea los resultados oficiales verá como estas elecciones fueron la trampa de Aldana.

Tiempo al tiempo.

@hecguerrero

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