Érika P. Buzio                                   

Agencia Reforma

 

Ciudad d México 14 agosto 2024.- Hace 30 años tuvo la osadía Alain Derbez (Boca del Río, 1956), historiador y músico, de publicar Datos para una historia aún no escrita, Una aproximación al jazz en México con la editorial potosina Ponciano Arriaga y un tiraje de mil ejemplares.

 

 Hablar de este género en el País como posible tema de tesis de un estudiante de historia en la UNAM a mediados de los 70 mereció no más que una respuesta irónica: «más atractivo sería investigar sobre el polo ecuestre en los Altos de Jalisco», le expresaron.

 

 «¿El jazz en México? Pero si el jazz en México no existe», sentenció el catedrático que pretendió sepultar el empeño del joven historiador.

 

 En El jazz en México, Yo tengo otros datos (FCE) ofrece una versión corregida y aumentada de Datos para una historia aún no escrita, de 2001, y El jazz en México, Datos para esta historia, de 2012, que agotaron sus ejemplares distribuidos.

 

 El proyecto de escribir sobre el género estuvo en peligro de no salir: «Ya estuvo, ya lo que escribí, ahí queda», se dijo.

 

 Pero venció el empeño.

 

 «Una de las cosas que me pareció fundamental, y quizás por eso decidí sí hacer Yo tengo otros datos, es que fue como un catalizador para muchos otros libros», expresa en entrevista.

 

 Y algo sustancial, recalca, es que la academia empezara a aceptar el jazz en México. Celebra, por ejemplo, que haya tesis de licenciatura y maestría al respecto, como Orígenes del jazz en México, 1923-1928: Un acercamiento histórico desde El Universal Ilustrado (2021), con el cual Gerardo Mendoza Gutiérrez se tituló en Historia por la UNAM.

 

 O investigaciones que trascienden a la Ciudad de México, como La ruta del jazz, Itinerario del jazz en Michoacán durante el siglo XX (2019), del historiador Héctor Peña, y Los desafíos del jazz en Jalisco (2020), de la saxofonista Nathalie Braux.

 

 «Hoy que ya estamos en los no muy alegres veinte del XXI (…) pareciera que el panorama editorial jazzero-doméstico es otro. No ‘muy otro’ para echar a rebato las campanas, pero sí otro», escribe Derbez.

 

 El músico e historiador se pregunta qué habría dicho José Vasconcelos, quien en sus memorias se jacta de haber prohibido el jazz y de desterrarlo de las escuelas por ser un «espectáculo salvaje» en la década de 1920, al ver que casi un siglo después el género es consignado junto al danzón, el rock urbano y el mariachi en el libro Culturas musicales de México, editado en 2018 por la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura.

 

 «Por más que lo haya intentado (callar Vasconcelos), el jazz siguió existiendo», remarca.

 

 Al género se le tachaba de «salvajismo casi puro». Las críticas tenían un componente racista al decir que los yanquis llevaron «lo negro y lo salvaje» de África a todas partes durante la Primera Guerra Mundial. Pero el hecho, contrasta Derbez, es que el jazz fue importantísimo para movimientos poéticos, como los estridentistas o el grupo de Los Contemporáneos.

 

 Con la bibliografía ofrecida en los primeros dos capítulos del nuevo libro, Derbez tiene «otros datos», como juega en el título, para «dejar atrás la idea de que el jazz en México comenzó en los años 50 o en los 60». «No importa cuándo comenzó, lo importante es saber que hubo algo antes y qué es lo que hay ahora, y, sobre todo, para qué».

 

 Ése es otro punto del libro que le interesa: la conciencia del jazzista.

 

 «¿Cuál es el hacedor del jazz en México, qué conciencia tiene de sí mismo en el entorno y de su papel en la sociedad?», cuestiona.

 

 «No estoy planteando que se vuelva portavoz político de nada, pero debe tener una postura clara simplemente con su quehacer diario».

 

 En la nueva entrega agrega el capítulo «La colonia del jazzista mexicano», a partir de consultas a colegas»: «Si en alguna ciudad importante del país, existiera una colonia del jazzista mexicano, a quien sugerirías para formar parte de su nomenclatura callejera, y, si tú estuvieras, qué te gustaría ser: ¿calle, andador, glorieta, boulevard…?, etcétera».

 

 Los convocados en el ejercicio de Derbez pidieron calles para Mario Patrón, Héctor Hallal, Chilo Morán, Tomás Rodríguez, Víctor Ruiz Pazos, Jako González, Héctor Infanzón, Agustín Bernal, Alex Mercado, Pilla Reyes, Enrique Nery, Francisco Téllez, Roberto Aymes, Iraida Noriega, Antonio Sánchez, Diego Maroto, Antonio Sánchez’Haberes y deberes’

 Derbez es un historiador, pero uno que revienta contra la visión oficialista de la historia, como lo describe Evodio Escalante. De manera que su escritura se contrapone al lenguaje hostil de la academia.

 

 «Mi libro, creo, es un libro de la historia de México contada desde el lado del jazz. Ésa es la idea, un poco la historia cultural de este País contada desde el lado de algo que ha formado parte de la cultura popular y que le ha sido negada; ha sido el patito feo de todo durante muchos años y ha tenido que vivir subterráneamente», dice.

 

 Pero ahora percibe que el jazz en el País vive un momento de ebullición, pero al mismo tiempo, entre la lista de «haberes y deberes», que trata en el capítulo así llamado, todavía hay mucho por deber.

 

 Esos deberes son, por ejemplo, que no hay las vitrinas suficientes, ni el respeto que debería; hay públicos, pero «falta la información a esos públicos».

 

 Cuestiona, por ejemplo, cuántos jazzistas mexicanos han tocado en el Palacio de Bellas Artes en la última década del siglo 20 y la primera del 21 y cuáles han sido los criterios de las autoridades para la programación del género en ese recinto.

 

 Pero al menos, se está saldando una de las deudas: la documentación.

 

 «En este libro, y a partir de los libros míos y de otros, hay una documentación a la que se puede acceder», resalta Derbez.

 

 Hay una frase que repite públicamente ante los lectores que se asombran por la dimensión del libro, más de 800 páginas.

 

 «La historia del jazz en México (…) existe y puede revisarse: un libro gordito hay con el tamaño suficiente para dar al penco enmascarado cual Torquemada un golpe de conejo directo en la zona de la nuca y adiós a la discusión», escribe.

 

 En inglés, «golpe de conejo» se dice «whiplash», como el platillo de la batería y la película del mismo nombre de Damien Chazelle.

 

 El libro será presentado por Evodio Escalante y el autor este sábado a las 13:00 horas en el Museo Nacional de Antropología (Paseo de la Reforma y Gandhi, Chapultepec), en el marco de la Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia.

 

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