Daniel Santiago Cruz                             

Agencia Reforma

 

Monterrey, NL 22 octubre 2024.- Los viernes solían ser los días preferidos para «irse de pinta» en la Secundaria Centenario de la Revolución Mexicana No. 7, hasta que una tecnología aparentemente sencilla y común, como el código QR, comenzó a erradicar el problema en esta escuela pública en Juárez.

 

 Desde el ciclo escolar pasado este plantel en las orillas de la mancha urbana implementó una aplicación con la que los papás reciben en su teléfono celular la notificación, en tiempo real, del momento exacto en que su hija o hija ingresa al plantel.

 

 Muchos de los padres de familia llevan a los chicos a la escuela, pero también muchos otros ya están en camino a sus trabajos cuando los chicos deben entrar a las 7:30 horas.

 

 Recibir el aviso es un alivio y una seguridad para ellos. Al mismo tiempo, la escuela soluciona un gran problema de ausentismo que arrastraba, explicó a EL NORTE la directora Lorena Hernández Gracia.

 

 «¿Qué necesitas para que una escuela funcione? Primeramente, tener alumnos», dijo la directora, quienes hace tres años, cuando llegó a trabajar ahí, encontró una secundaria con graves problemas de infraestructura y conducta.

 

 «No iban los alumnos. Frecuentemente teníamos asistencia de 60 por ciento. Los viernes, el ausentismo llegaba a un 50 por ciento, sobre todo en los grupos de tercero. A veces, los viernes los maestros tenían 15 alumnos en grupos de 30».

 

 La estrategia utilizada era la tradicional. Los profesores hacían llamadas a los papás. Pero en una escuela de 500 estudiantes, llamar a 250 papás es un trabajo arduo.

 

 «Necesitábamos algo efectivo», afirmó Hernández Gracia de 44 años de edad, Doctora en Gestión en Innovación Educativa. Uno de sus profesores hizo el contacto con el desarrollador.

 

 «Al ingeniero le dije: ‘quiero una aplicación donde los alumnos puedan escanear, por medio de un código QR, su asistencia. Y que al padre le llegue una alerta a su celular.

 

 No WhatsApp, sino una app donde la alerta sea exclusivamente para saber de la escuela de tus hijos».

 

 Así, desde el ciclo escolar pasado cada chico cuenta con un gafete con su nombre y código QR, el que debe mostrar a la cámara de una de las tabletas instaladas en la entrada de la escuela. En ese momento, el registro llega de inmediato al celular de sus papás.

 

 La aplicación, llamada SinOutt, ha resultado exitosa en esta escuela.

 

 Otros 15 planteles ya han encargado la suya, de acuerdo con la directora.

 

 Y es que el registro de ingreso es una de las varias utilidades de la app. Con ella, cada maestro puede notificar a un papá si su hijo incumplió con alguna actividad. Incluso, si comete alguna falta.

 

 El padre de familia está más informado de su hijo y la directora de lo que ocurre en su escuela.

 

 «A los cinco minutos de haber entrado, ya tengo la estadística completa de qué grupos faltaron más», dijo Hernández García.

 

 Hoy la asistencia estudiantil llega hasta el 90 por ciento.

 

  1. DE PELÍCULA

 Hay una larga lista de películas con esta trama: un maestro llega a una escuela emproblemada y con su liderazgo transforma de forma positiva la vida de sus estudiantes. La historia de la Secundaria Centenario de la Revolución Mexicana es real.

 

 Hasta hace algunos años, el plantel en el fraccionamiento Los Cometas tenía una mala fama, no sólo por sus salones de clases y baños destruidos, sino también por intensos problemas de conducta entre el alumnado.

 

 «Había niños que se drogaban en los baños, fumaban», contó Moni Ulloa, madre de familia, quien el año pasado fue presidenta de la mesa directiva de papás.

 

 «Nadie quería a esta secundaria. Decían: ‘esa secundaria está bien fea’, ‘siempre se pelean’, ‘los niños hacen lo que se les pega su gana’, ‘es como un penalito’, ‘ahí, nadie quiere estar'».

 

 Cuando la directora Hernández Gracia llegó hace tres años, en plena pandemia, comenzó a poner orden con mano dura, pero con mucha paciencia, contó la madre de familia.

 

 Tras un proceso de convencimiento con los padres de familia, logró los primeros recursos para diseñar la aplicación. También se instaló un sistema de cámaras de vigilancia y se logró que el Estado construyera aulas nuevas para reemplazar a las que ya estaban destruidas.

 

 También hay una nueva cancha que es el orgullo y color del plantel. En un contexto en el que la violencia entre pandillas prevalece, la escuela se ha convertido en un oasis para los adolescentes que ahí acuden.

 

 «Pienso que ayudó el trabajo conjunto de directivos, de personal docente y de padres de familia, porque desde que entró, la directora Lorena, empezó a trabajar fuerte y duro.

 

 Tanto a los maestros como a los papás en las juntas nos motivaba», recordó Ulloa.

 

 «Nos decía que (la secundaria en) Cometas tenía que ser diferente. De aquí tienen que salir maestros, licenciados, doctores, porque sí se puede».

 

  1. UN CAMBIO RADICAL

 De un 14 o 20 por ciento de papás que cumplía con sus aportaciones voluntarias para el sostenimiento de la escuela, hoy lo hace entre un 80 y 90 por ciento, una estadística alta para una escuela pública.

 

 Con el aumento de ingresos hicieron mejoras físicas e instalaron pantallas interactivas en las aulas, mientras que con recursos del programa «La escuela es nuestra» equiparon los salones con aires acondicionados.

 

 «Es un cambio radical el que ha tenido la escuela», afirmó la directora, «una cosa llevó a la otra. Gracias a la aplicación entró más aportación voluntaria y obviamente los beneficios para los muchachos cada vez son mayores ahorita».

 

 Y es que el Estado cumple sólo con lo básico, como los pagos a maestros y de los servicios de agua y luz y, tras largas gestiones, la construcción de aulas.

 

 El resto: internet, reparaciones a baños o a instalaciones eléctricas, cancha y otras necesidades, se cubre con los recursos generados por la escuela, principalmente con la aportación voluntaria, que en esta secundaria es de mil pesos, cantidad que los padres decidieron.

 

 El reto aún es grande. La escuela tienen un equipo de robótica donado por la Secretaría de Educación del Estado, pero se requiere de un instructor.

 

 Hacen falta más espacios deportivos y un aula de cómputo.

 

 «Quiero transformar la escuela en un colegio», señaló la directora. «Siempre les digo a los muchachos: ‘no te mereces menos que un estudiante que está en un colegio’. Creo que eso es parte de motivarlos».

 

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