Israel Sánchez

Agencia Reforma

 

Ciudad de México 29 agosto 2024.- La gente de esta época, opina Juan Villoro, pertenece a la primera generación de seres humanos que deben demostrarle a una máquina que son precisamente eso, humanos.

 

 Lo hacen con algo tan sencillo y cotidiano como marcar una casilla en línea con la leyenda «No soy un robot», frase con la que el escritor y periodista titula su más reciente libro, en donde hace una exploración sobre cómo persiste la lectura en esta época de enorme dependencia tecnológica, y sobre de qué sirve seguir leyendo libros, ya sea en papel o en formato electrónico.

 

 «Es un libro militante donde yo quise defender la importancia de la letra», expuso Villoro la noche de este jueves durante la presentación de No soy un robot. La lectura y la sociedad digital (Anagrama), en la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica (FCE), al sur de la Ciudad de México.

 

 «Porque si algo nos va a librar a nosotros de no ser robots es la complejidad de la lectura, la posibilidad de transformar el dolor en placer, que es algo que las máquinas no conocen; la capacidad de autoengaño, que es una de las mayores virtudes y a veces un defecto humano», continuó.

 

 En otras palabras, ilustró el autor de títulos como Materia dispuesta y Dios es redondo, la facilidad de las personas para mentalizarse y decir: «Esto lo voy a superar».

 

 «Aunque no tenga demasiados motivos, me convenzo a mí mismo de hacerlo. Las computadoras todavía no se pueden engañar a sí mismas; las computadoras no sufren, no sienten dolor, y por lo tanto no lo pueden trascender. Y qué es la literatura sino el dolor trascendido en arte, el dolor reconvertido en una forma del placer», cuestionó Villoro.

 

 «Los personajes pasan por circunstancias terribles, pero al final nos reconciliamos con la vida por la belleza, por la intensidad con que eso está escrito. Entonces, es una manera, creo yo, la lectura, de mantenernos todavía del lado de lo humano en una época en que lo humano empieza a disolverse».

 

 Con la casa llena, ante un auditorio al que previamente Elena Poniatowska había arrebatado carcajadas al recordar cómo cantaba Carlos Monsiváis en inglés, Villoro habló acerca de la paradoja del Internet, herramienta que nació con un espíritu libertario de acceso democrático y gratuito a la información, pero que ahora ha hecho que el principal negocio del planeta sean los datos personales.

 

 «Es decir, nos hemos convertido en mercancías», consideró el miembro de El Colegio Nacional, explicando esto a partir de las cookies, fragmentos de texto que funcionan para dejar una memoria de los sitios web visitados.

 

 «Como en el bosque hechizado de los monstruos, vamos dejando estas migas de pan, y entonces nos rastrean los algoritmos para ofrecernos ofertas. Y se venden estos datos», señaló Villoro. «Lo que hace el algoritmo es crear una radiografía de quién eres tú, y te repite lo que sabe que necesitas. Pero esto simplifica muchísimo el gusto».

 

 La literatura, contrastó, suele presentar a los lectores cosas que no saben que les van a gustar. «Es la gran diferencia».

 

 «Te enganchas con algo que no sabías que era para ti; es lo contrario al algoritmo. La literatura va a lo diverso; el algoritmo, los teléfonos, van a la repetición de lo mismo».

 

 De ahí que el escritor descubriera el otro día, según compartió, a su esposa seleccionando canciones que odia y series de televisión que no le gustaron, además de películas que detesta. Al preguntarle qué estaba haciendo, ella le respondió: «Engañando al algoritmo».

 

 «Es una guerrillera contra el algoritmo. Pero esa es una lucha de una persona contra todo el sistema.

 

 «Yo creo que la resistencia está en la cultura, está en el pensamiento complejo, está en los libros, está en la solidaridad que podemos hacer. Porque la lectura ocurre de manera individual, pero se contagia; la lectura crea comunidad», sostuvo.

 

 Desde el público, un joven cuestionó al escritor cuál pensaba que sería la gran era siguiente, a lo que Villoro respondió que la de los migrantes espaciales, personas formadas y dispuestas para abandonar el planeta, y del contacto con civilizaciones extraterrestres.

 

 «Pero, por desgracia, nosotros estamos en la periferia de la Vía Láctea; estamos como en el Chalco de la Vía Láctea, realmente en un suburbio muy lejano. Entonces, para que lleguen a nosotros es difícil. Pero la era intergaláctica es la que nos falta», dijo Villoro, desatando las risas de los oyentes.

 

 «Tenemos la idea de que nos pueden dominar porque seguramente tienen una civilización superior a la nuestra. Pero bueno, debemos también pensar optimistamente que si su civilización es superior a la nuestra, pues no necesariamente vendrán en aras de destrucción, sino a comprar libros en el FCE», prosiguió con el tono bromista.

 

 Al término de la charla, Villoro firmó libros y se tomó fotos con sus lectores por cerca de una hora, robando un poco de tiempo a la presentación del filósofo Óscar de la Borbolla, el siguiente en el programa de la Gran Venta Nocturna del FCE, enmarcada esta vez en el 90 aniversario del sello paraestatal.

 

…Y Elena Poniatowska cautiva a su público

 Sus visitas a figuras como Luis Buñuel y José Revueltas en Lecumberri; la gran amistad con Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, y hasta cómo su tía Pita Amor la demeritaba diciendo que sólo era «una pinche periodista», fueron algunas de las anécdotas que la escritora Elena Poniatowska compartió este jueves en la Librería Octavio Paz. Con un «¡Te amamos, Elena!», despidió el público cautivado a la Premio Cervantes.

 

Instagram
WhatsApp