• Los escritores Luis Miguel Rivas, Atenea Cruz y Rocío Ravera, en el Encuentro Internacional de Cuentistas

Guadalajara, Jalisco, 7 diciembre 2024.- La cotidianidad y las lecturas, hasta las provenientes de las historietas que se leían en la infancia, siempre dejan moronas en la memoria que terminan por caer en los textos de los escritores, que de manera inconsciente incluyen en sus relatos elementos del día a día que ha construido sus vidas, coincidieron la mexicana Atenea Cruz, la uruguaya Rocío Ravera y el colombiano Luis Miguel Rivas, quienes participaron en la segunda jornada del Encuentro Internacional de Cuentistas, organizado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Rocío Ravera, autora uruguaya quien además de cuento escribe poesía, admitió que siempre fue una lectora compulsiva, leía sin tino, sin pausas y sin prisas, motivada por una madre, otra lectora empedernida, a quien que no le importaba lo que su pequeña leyera. Para ella los libros eran un espacio de libertad. Claro que, dijo, cuando niña no ponía atención a los nombres de los autores sino hasta que llegó a la secundaria. En una ocasión acudió a una feria del libro muy popular en Montevideo, la de Tristán Narvaja, donde vio el ejemplar de un libro que nadie quería comprar, muy maltratado, y decidió llevarlo a la casa. Cuando su madre se percató de lo que llevaba le preguntó que si sabía lo que había comprado. Era El tambor de hojalata, de Günter Grass.

Atenea Cruz, quien ha publicado cinco libros de cuentos, tres de poesía y una novela, se dio cuenta de que su escritura ha sido determinada por las páginas que han pasado por sus manos desde que era niña. Su madre era maestra y además se encargaba de la biblioteca, por lo que nunca tuvo dificultad para encontrar qué leer.

A diferencia de sus compañeras, Luis Miguel Rivas contó que él no creció en un ambiente culto, donde existieran los libros o la literatura. Su madre trabajaba en una fábrica de confecciones y era una madre soltera, al igual que 70 por ciento de los colombianos y latinoamericanos de los sectores populares, según estimó. “Cuando veía las telenovelas siempre me pregunté por qué no hablaban de lo que nos pasaba a nosotros, de la cotidianidad y por qué no hablaban como nosotros hablábamos”. Cuando entró al colegio y tuvo acceso a la literatura se encontró con otro tipo de lenguaje que hablaba de otros términos. Sin embargo, conoció la obra del filósofo colombiano Fernando González Ochoa, que escrutaba acerca de los misterios de la existencia “con el mismo lenguaje como compramos los tomates”; y la obra de escritores colombianos como Tomás Carrasquilla, considerado costumbrista porque hablaba en el lenguaje del campo; y a Andrés Caicedo, quien escribía con el lenguaje de la calle. “Me di cuenta de que la profundidad no requería malabarismos verbales. […] Fueron esa revelación y ese permiso para escribir sobre la vida cotidiana y darme cuenta de que era literaturizable lo que nos pasaba a diario».

La escritura en Rocío Ravera tiene un poco lo autoficción, biográfica, toda la literatura en sí se basa un poco en la experiencia de las personas, pero después se va llenando de otras capas. Puede ser una anécdota que luego se va cubriendo con otras inquietudes. Sus historias parten de alguna inquietud de lo que le pasa a ella, a sus seres queridos, alguna conversación, una noticia, una frase, algo que le cuenta alguien, la identidad, la soledad o temas universales, amor incomprensión. “Las cosas que te preocupan permean”.

En un ejercicio reflexivo, Atenea Cruz notó que lo que escribe es materia de divanes o de psicólogos, porque escribir es una mirada a partir de sus preocupaciones. Ha notado que sus personajes son muy solitarios, pero luego tienen ciertas actitudes que ella acaso ha descrito de manera inconsciente. Por ejemplo, el año pasado se topó con el escritor Julián Herbert, quien le dijo que había notado que sus personajes siempre están buscando dónde comer o se quejan porque no han comido, y ella no había reflexionado en ese detalle. Se justificó diciendo que tal vez una de sus preocupaciones primarias impregnó esos cuentos, porque para ella es muy importante comer, siempre piensa en el almuerzo, y cuando almuerza ya está pensando en la cena. “Es una cosa muy vital, uno no lo nota, siempre doto a mis personajes de lo que me preocupa, y en mi caso es tragar”.

Luis Miguel Rivas está de acuerdo en que una premisa de la escritura es que sólo se puede escribir sobre lo que se sabe, sin embargo, a partir de eso también se puede trabajar sobre lo que se ignora. En una ocasión le encargaron que escribiera sobre la música de salsa en un libro donde iban a escribir los intelectuales más prestigiosos. El problema es que él no sabía nada sobre la salsa, pero se puso a trabajar porque le interesaba la plata. Así, lo que pudo escribir y entregar fue un texto sobre el punto de vista de alguien que no sabe de salsa. “El no conocer es una forma de conocimiento, finalmente”.

El Encuentro Internacional de Cuentistas concluye este sábado con la tercera jornada a las 19:30 horas.

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