Carlos Alberto Canela García                     

Agencia Reforma

Ciudad de México 13 diciembre 2024.- El queretano Diego San Román obtuvo un triunfo milagroso al cortar la única oreja de la Corrida Guadalupana, en donde el juez de plaza Enrique Braun inexplicablemente negó una merecidísima oreja al maestro español Antonio Ferrera, y el puntillero Josefer Ríos, quien levantó dos veces al toro de Héctor Gutiérrez, quien se había ganado a ley un trofeo, evitó que eso sucediera.

Por ello el de San Román fue milagroso, que no de milagro, pues lo consiguió con un toro de Jaral de Peñas que manseó con el caballo y luego embistió como un ferrocarril, emotivo y con mucha movilidad, pero no la claridad que parecía, pues el astado se metía en casi todas las embestidas, lo que sucede es que el joven queretano estuvo inteligente, muy valiente y sobre todo dispuesto, estructurando una faena de muletazos largos y otros de entrega, utilizando inclusive las rodillas.

Pinchó y perdió una de las dos orejas ganadas a ley. Al segundo intento dejó la estocada y cortó lo que fue una merecida oreja, a la postre, la única de una noche que inició con un juego de drones en el cielo agradeciendo al público, proclamando la libertad de la industria taurina, y arengando con el ¡Viva México! y el lábaro patrio pintado del verde, blanco y rojo; todo ello acompañado del Ave María de Franz Schubert.

El segundo de San Román fue imposible, tobillero, áspero y peligroso. Sólo un milagro le habría hecho triunfar.

Lo de Ferrera fue un robo de parte del juez Enrique Braun, quien no es mal intencionado, pero ayer se aturdió y no valoró una labor completísima del maestro español con el capote, las banderillas y la muleta, aprovechando la calidad del toro de Jaral de Peñas, pero que duró un suspiro, rematándola de una estocada entera.

Lo peor es que desdeñó la petición mayoritaria del público.

Héctor Gutiérrez dictó una cátedra de inteligencia y torería en su primero, un astado que no fue lo bueno que parecía, pero al que con aguante, el hidrocálido dominó, para luego ejecutar muletazos de mucha calidad, temple y pulcritud. Tras una media estocada, vino el puntillero y todo quedó en una vuelta al ruedo.

Su segundo, como el de Ferrera, fueron descastados y deslucidos. Hoy, sí, una gran ganadería como Jaral de Peñas dejó mucho qué desear en bravura y juego.

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