Por Edgar Hernández*

El “¡Muera el Rey!” se le adelantó a Cuitláhuac García Jiménez

Que se le investigue hasta sus últimas consecuencias es hoy la exigencia ciudadana.

Repudiado por su pueblo, señalado por la opinión pública, hechas públicas sus rapacerías, corruptelas y desvíos millonarios a la vista, así como al descubierto su afán de venganza que terminaría por revertirse, el aun gobernador solo atina a refugiarse bajo su escritorio.

Quien ufano presumió control electoral de Veracruz, el que dio al “Cacas” más de dos millones en 2018 en abono a la presidencial, el que llevó ataúdes a la Suprema Corte de Justicia con el beneplácito de Palacio, el que aun siendo el peor de los 32 gobernadores era el más fiel cómplice, hoy está con un pie en el cadalso.

“¡Cárcel para Cuitláhuac!” es el clamor de una parte de la ciudadanía y opinión pública.

 Quien llegó a ser considerado el “¡Bendito!”, el Rey de la Salsa, quien batía récord en la ingestión de tacos de tripa gorda, quien impuso a más de 30 familiares en el aparato de gobierno y asignó cargos de altísima relevancia a teiboleros, jóvenes sin preparación alguna y mozalbetes sacados del arrabal, hoy está en serio riesgo de ir a la cárcel.

Nada contaron los subejercicios para engordar la gran bolsa de Palacio Nacional, tampoco el reparto de moches del 98 por cientos de los contratos de obra mucha de la cual ni siquiera se realizó,

Y ningún punto abonó a su causa en haber protegido y prohijado el establecimiento de siete carteles asentados en el 30 por ciento del territorio veracruzano, ni que sea el padre de las “Empresas Fantasma”.

Terminó repudiado por los de su misma clase.

No le salió del todo aquella premonición de Saramago quien apuntaba que llegaría el día en que la inteligencia sería despreciada y la estupidez sería adorada.

Simplemente tardó y el tiempo se le acabó.

Dejó de estar bajo el amparo de quien manda y si se equivoca vuelve a mandar: ya no gusto a sus contlapaches; su firma dejó de valer; sus decisiones no se acatan y si se equivoca es su bronca.

Y es que sus amigos, aliados y cómplices luego del primer descolón de los nuevos simplemente huyeron.

Vaya hasta los propios aplaudidores y cierta prensa que hasta guapo y muy macho lo veían dejaron de encomiarlo.

“¡Ni una palabra sobre el que ya se va!”, es la consigna.

Mientras él calladito.

El Cui que se vistió de “Payaso” para hacer reír al clan antes de cada mitin, el “lenguardo” que para hacerse entender había que escucharlos mucho tiempo es hoy un hombre silencioso, taciturno, un manso y obediente mozo.

Dejó de mostrar su característica altanería que remataba con la mano caída y hoy su silencio lo señala como lo que verdaderamente fue para gobernar, un ignorante.

Bien aplica en este personaje, émulo de Cantinflas, aquella sentencia de que el hombre se comporta mal porque es ignorante, es decir, porque su inteligencia interpreta erróneamente y cree ver el bien donde en realidad no existe, o considera como bueno algo que en verdad no lo es.

“¡Cárcel para Cuitláhuac!”.

Es el sentir de una parte de la ciudadanía, de los moderadores de opinión luego de observar un cierre administrativo plagado de dudas, de serias sospechas, de no poder maquillar la transa.

Y ni cómo ayudarlo.

Aunque aún no muere políticamente -creo que le falta una semana y un sexto o séptimo Informe- Veracruz exige que no se vaya sin antes rendir cuentas.

Para que la administración entrante no quede como cómplice con borrón y cuenta nueva le deben revisar las cuentas y las maletas de viaje y no echar en saco roto que no se puede desdeñar el reclamo de “¡Cárcel para Cuitláhuac!”.

Tiempo a tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo

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