Érika P. Buzio                                   

Agencia Reforma

 

Ciudad de México 30 julio 2024.- «El zapateado es el lenguaje con el que transmitimos nuestro gusto por vivir», asevera la coreógrafa y bailarina Blanca Ramírez Gil.

 

 Su compañía Jóvenes Zapateadores, afincada en Xalapa, Veracruz, desde 2004, lleva el son jarocho en el ADN, pero sus espectáculos se apartan del formato habitual para presentar la danza folklórica como una sucesión de cuadros.

 

 Su apuesta es por dar salida a nuevas visiones de la tradición, sin perder la esencia.

 

 «Es una de una búsqueda que tenemos como artistas escénicos», expresa Ramírez Gil en entrevista telefónica desde Veracruz, previo a la presentación que la compañía tendrá en el Palacio de Bellas Artes este 1 de agosto a las 20:00 horas.

 

 Y añade: «La danza folklórica escénica, yo considero, ha estado de alguna manera estancada, porque siempre hay un formato que se usa, que es vigente, para presentar el folklore, (pero) nosotros buscamos otras formas».

 

 Es por eso que la compañía se llama Jóvenes Zapateadores y no lleva en su nombre la etiqueta de «ballet folklórico».

 

 «El zapateado es la fiesta, es el instrumento percutido que permite a los que participan integrarse a la música (…) Siempre les digo (a los bailarines): escuchen cómo late su corazón; ése es el zapateado que necesitamos, que habite el cuerpo y se transmita a través de la tarima».

 

 La agrupación se presentará en Bellas Artes por primera vez con la obra Mujer, Sitio de memorias, una coreografía que llevó a Ramírez Gil a reconectar con sus ancestras, mujeres del campo, en la Mixteca poblana.

 

 «Lo primero que me dije es que necesito hablar de mí a través de mis mujeres y de estos momentos de vida que ellas han tenido», añade la coreógrafa, codirectora de la agrupación junto a Ernesto Luna.

 

 Ramírez Gil emprendió un laboratorio de creación con las bailarinas para que ellas a su vez recogieran sus respectivas vivencias con sus ancestras. Así encontraron los puntos en común que detonaron cada pieza de la obra: la cocina, la máquina de coser, la violencia, pero también la resiliencia, la música y la alegría.

 

 «Resuena (en la pieza) el poder de las mujeres», enfatiza la coreógrafa, quien sitúa la obra, por supuesto, en Veracruz.

 

 A Ramírez Gil le sorprendió que, a pesar de tener intérpretes de distintas partes del País en la compañía, y ser jóvenes, descubrieron entre todas muchas similitudes en sus vivencias.

 

 Explica que el hilo conductor de Mujer, Sitio de memorias es el tiempo; cada escena se une a través de recetas de cocina, convencida de que «somos lo que comemos».

 

 Le sirvió como detonador Lo crudo, lo cocido y lo finamente picado: Saberes y sinsabores de mujeres en prisión; Recetario canero (2019), volumen que fue producto de un proyecto académico titulado Mujeres en Espiral, de la UNAM, realizado entre mujeres reclusas de Santa Martha Acatitla, en la Ciudad de México.

 

 El recetario no solamente muestra cómo se organizan y sortean prohibiciones: ¿Cómo cocinar sin estufa? ¿cómo picar sin cuchillo?… Sino también es un documento de crítica y denuncia.

 

 La obra, de gran teatralidad, termina con la décima jarocha, y diez de las trece obras del repertorio están dedicadas a Veracruz.

 

 «El son jarocho es el que nos empuja en todo lo que hemos hecho artísticamente», resalta la directora de la obra, estrenada el año pasado en Xalapa.

 

 Formadas en el Instituto Superior de Artes Escénicas Nandehui, las bailarinas cantan y tocan instrumentos durante la obra, acompañadas por el grupo de son jarocho Son Luna, mientras que Ramírez Gil da voz a los textos de su autoría.

 

 Como bailarina del Ballet Folklórico de la Universidad Veracruzana, que dirigió hasta 2010 su maestro Miguel Vélez Arceo, ya se había presentado ella en Bellas Artes, pero ahora vuelve como coreógrafa y con su compañía, elegida para formar parte de la Temporada de Danza 2024, Palacio en Movimiento, del INBAL.

 

 «Llegar a este espacio es un sueño alcanzado», asegura.

 

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