Héctor Larios Proa
Los invitó a disfrutar el futbol con todo y sus errores, que son muchos, con sus aciertos, que cada día por desgracia son menos, de la combinación de ambos, origen de los goles. Gozar de las jugadas lindas, como las que uno sueña despierto.
No nos dejemos enganchar por los errores de los árbitros. Ellos por definición son arbitrarios, tanto que por eso se inventaron. Sin ellos no hay futbol.
Gracias al reglamento el futbol se convirtió en deporte. La regla 4, el árbitro principal es la máxima autoridad del juego. Sin arbitro no hay balompié.
El argumento original que justificaba la existencia del árbitro, es que los futbolistas debían sobreponerse (mental, técnica y estratégicamente) a los retos propios del futbol, (un gol en contra, una expulsión, la cancha, el clima, los aficionados, etc.) y también las injusticias.
El reglamento encuadra las conductas dentro del terreno de juego. Es decir, es una invitación a ser mejor futbolista, capaz de competir con respeto y gallardía en busca de la victoria.
Desde hace muchos años, el árbitro es el personaje que usan los perdedores para justificar la derrota. Se ha hecho una mala costumbre, por la ausencia de autocrítica, que impide reconocer los errores propios. La oportunidad para mejorar se desperdicia al perder la razón.
Dicen que las derrotas son grandes lecciones. ¿Cuántas lecciones se han desaprovechado?
El asunto se complica en tiempos de crisis de autoridad, cuando buena parte de la sociedad ha perdido el respeto, a padres, abuelos, a maestros, a entrenadores, a ministros de la Corte, hasta la presidente. La legitimidad que otorga la legalidad, cada día se pone en duda.
Los dueños del balón, acuden a la tecnología el VAR en busca de la justicia, sin lograrlo. Porque siempre habrá alguien que explique la derrota o la victoria por el árbitro.
El espíritu original de la regla es para el aprendizaje del control de emociones del deportista. Porque las emociones de la cancha suben a la tribuna entre las fronteras de la pasión. Expandirse desde hace más de sesenta años por la televisión, para que en tiempos polarizantes las maldiciones se multipliquen por redes sociales, generado polémica en busca de audiencia, negocio redondo.
Si queremos árbitros justos, tal vez deberíamos implementar el VAR, en las escuelas, en los hogares, en las calles y legislaturas. Porque hay lugares donde las instituciones de administración y procuración de justicia responden a un solo dueño.
Sin árbitros no hay futbol. Sin árbitros no hay democracia. Que gane el mejor.