Pedro Peñaloza
“Si todavía no conocemos la vida,
¿cómo podremos conocer la muerte?
Confucio
En estos días, en mi vida cotidiana, me acompañas. Te siento y estalla en mí el recuerdo de tu presencia. Esa, llena de risas y bromas.
No Pedrito, no es una rutina escribirte cada año. Es una necesidad imperiosa. Quizá es porque te imagino leyendo lo que siento y la percepción de quienes te aman y sufren por tu ausencia.
Pero no es tiempo de lágrimas. Esos ríos salados ya los viví y transité en ellos. No, me niego a expulsar una lágrima. Quiero hablarte con la frescura con que solíamos hacerlo.
Tu ausencia presente se pasea por nuestro territorio. Aquí estás, con esos movimientos, casi imperceptibles, con los que nos sorprendes. La dialéctica de la existencia de los que se fueron a viajar a otra galaxia se confronta con los deseos de verte. Ilusa y neciamente. Sin bases científicas.
Han transcurrido 24 años de aquella noche fatídica. Hoy la recuerdo con ese profundo dolor que me partió el alma. Esa que se regodea de mis abstracciones y la misma que no existe cuando llega la realidad con sus pasos demoledores. La que me ubica y terrenaliza.
Te tengo aquí y con frecuencia hablo contigo. Me gustaría dialogar, escucharte y tocarte. Olerte, como en aquel viaje a Yokohama donde, a un año de tu partida, nos visitaste, en aquel inmenso hotel.
Se que al escribirte proyecto mis deseos. Esos impulsos incontrolables y profundos, donde me imagino hablarte frente a frente, aunque no estés aquí para abrazarte y sentirte.
Tu ausencia duele y mucho, aunque quiero imaginarte sonriente y corrosivo, tal como eras, para abandonar la tristeza. Esa que me hace escribir con pausa y dificultad.
Me niego a paralizarme, a derrotarme por no tenerte. En los últimos 24 años he sobrevivido sin arrastrar los pies. Me desplazo con entusiasmo y convicción.
Mi nostalgia no es ningún obstáculo para ser feliz. Lo soy, junto a quienes te tienen en su memoria, así te gustaría vernos, como aquellos tiempos de futbol y emociones compartidas.
Aquí estoy, aquí estamos 24 años después, evocando tu ausencia tan presente. Ese 22 de diciembre, paradójicamente cumpleaños de tu abuela Elenita, esa mujer fuerte y dulce, que tanto te amaba.
Aquí estamos y estaremos hasta el último aliento. Mientras pueda escribirte y recordarte con alegría, esa que tú socializabas, sin caerte ante las mezquindades que sufriste de seres nimios. Seguiremos en contacto amado hijito Pedrito.